David Murillo @daless3z
El mundo del fútbol nos da la oportunidad de seguir jugadores y equipos, nos da la oportunidad de amar a algunos y convertir en enemigos o figuras odiadas a otros por el simple hecho de no formar parte de nuestro equipo o bien por afectar con su juego a nuestro equipo, pocos son aquellos que logran cruzar esta frontera y demostrar que el fútbol se hizo para divertirnos, apreciarlo y enamorarnos.
Quizás el jugador que mejor explica el término de brillar y ser amado es Ronaldo de Assis Moreira, al que todos conocemos mejor como Ronaldinho. Lo más probable es que lo recordemos con la camiseta del Fútbol Club Barcelona, gradas que lo corearon y lo amaron, campo que lo convirtieron en amo y señor del fútbol y donde logró demostrar a creces su desbordante talento.
Dinho vino de otro planeta con la magia pura en los pies propia de los cariocas y con el carisma de un hombre que no pretende ser un modelo sino un jugador de fútbol derrochando talento con cada balón que tocaba. Amó a la noche casi como amó al fútbol cuenta que con el tiempo le pasó factura y afectó su rendimiento, sin embargo, poco o nada de atención se le prestaba cuando partido a partido con sus regates enamoraba al mundo.
Son varias las imágenes que hay de Dinho en sus primeros años derrochando talento, sentando a regates a los niños y dejando en el camino a defensores, marco una epoca hermosa del fútbol brasilero con el joga bonito que era bien acompañado por sus colegas Ronaldo, Roberto Carlos, Kaka, Gilberto Silva y muchos más que a su lado conquistaron Corea y Japón.
Las letras más brillantes y doradas se escribieron en el Barcelona, donde apantallo a propios y extraños, era común verlo semana a semana brillar, gorrito, regates, pases de tacón y un golpeo de balón privilegiado, fue tanto así que hasta los madridistas aprendieron a amarlo y disfrutarlo, aún resuena aquella mágica noche donde el Bernabéu se levantó a aplaudir, una grada que así como es dura sabe reconocer la labor de los grandes, de aquella fantástica noche quedan los recuerdos y pesadillas de un joven Sergio Ramos que perdió su cadera al ritmo de la samba que solo Dinho sabía bailar.
En el ya ocaso de su carrera tuvo un resurgir con el Atlético Mineiro donde conquistó títulos e incluso disputó unos cuantos partidos contra Neymar, derrochando talento en cada jugada donde estos dos tenían el balón y luego decidió deambular por el mundo y llegó a Querétaro donde fue una revolución, pero ya con sus condiciones físicas mermadas, esto no era una excusa para demostrarnos que aún había juego en sus pies.
Amado y nunca odiado por la alegría que traia al juego, mágico y explosivo, eclipsador, amante de la noche, polémico como todos los que brillan en el juego, el unico campeon de las cárceles, el jugador mas feliz del mundo y la sonrisa del fútbol, la imborrable sonrisa del fútbol.
Fotos: Cortesía